Por Félix González Bonorino
Y Me pregunto si no estamos en un laboratorio.
Si no somos animales de estudio de este laboratorio gigante, donde un grupo de investigadores con los pelos desordenados nos administran imágenes, como en la Naranja Mecánica de Stanley Kubric (véanla si no la vieron), a través de nuestros celulares y nos condicionan a pensar, sentir, resistir, cosas que no queremos.
Y lo pienso por lo siguiente.
La Argentina supo construir, con grandes dificultades, desconfianzas hegemónicas y controles externos, una clase media importante. Un sindicalismo de envergadura. También iniciamos un proceso de industrialización que nos transformó como nación, nos permitió tener flota mercante, construir aviones, centrales nucleares, satélites y radares. Ocupar la Antártida permanentemente y tener políticas de desarrollo.
Nuestros padres vieron una Argentina que crecía de la mano de diferentes partidos políticos. Se crecía con el peronismo, pero también con los radicales y los desarrollistas. A distintos ritmos, pero lograban ascender en la escala social. La vivienda estaba en los planes de cada familia que se creaba y el “Hogar Obrero” era una cooperativa que facilitaba el consumo racional cuidando costos, por citar un caso.
Si uno se pone a mirar, en ese momento existía cierta similitud con una nación europea, de aquella Europa que hablaba de marcos alemanes, liras italianas y francos franceses.
De repente, el desorden comenzó a ganar a la sociedad.
No pasó mucho tiempo en “tiempo” de las naciones.
Lo que cambió fue la naturaleza del modelo.
Y en este laboratorio se comenzó a trabajar para eliminar la solidaridad de la estructura social.
La solidaridad se construyó en un período muy breve del S. XX, tal vez 10 o 20 años, en franjas de 1915 a 1925 y entre 1945 y 1955. Algo así, no entremos en detalle.
La medalla dorada de Delfo Cabrera en las Olimpiadas de Londres 1948, fue un triunfo colectivo, el trabajador argentino venciendo a los europeos en su tierra de “arremetida”.
Esa conciencia se había forjado en pocos años. Había orgullo.
La identificación orgullosa también se construyó en aquella época.
A fines del S.XX pusieron a funcionar el laboratorio en América Latina y la Argentina en particular.
Los capitales del mundo saben hace rato hacia donde van y la clase media argentina, iberoamericana y europea es un problema. Demasiada conciencia.
El lavado comenzó con violencia y desapariciones. Cuando quedó instalado el; “no te metás”, comenzó el “sálvate solo” y desde el ’76, en eso andamos.
El laboratorio realiza ensayos que a veces salen mal y el 2001 despierta la noción de sociedad en resistencia ante el control y cercenamiento de su trabajo, o de sus ingresos y ahorros, que viene a ser lo mismo.
Ese movimiento asambleario no tuvo un correlato. El peronismo posterior, el que nos sacó de ese atolladero, no incorporó el nuevo movimiento popular a la conducción. Fue el retorno a lo partidario, a la defensa de las estructuras que habían sido cuestionadas en esos años fatales del cambio de siglo.
Lo que sí cambió fue el sentido de la distribución de la riqueza, las relaciones de poder, la correlación de fuerzas, correlación que sí tomo como referencia al pueblo en las calles.
El pueblo en las calles posibilitó el default, que posibilitó ordenar las fuerzas y la economía, que posibilitó negociar con poder ante los acreedores usurarios y el FMI, que posibilitó relanzar una sociedad hacia la recuperación de la solidaridad.
Fueron otros 10 años de andar en el sentido indicado, el del amor al prójimo.
Las y los argentinos recuperamos la identidad, pensemos en la fiesta del Bicentenario, esa caminata de los mandatarios iberoamericanos tranquilos por las calles de Buenos Aires mostrándose al mundo en su recuperación como región después de la “tragedia”. O la negativa al ALCA, con Diego incluido.
La solidaridad latinoamericana que se lanzaba al mundo, era el reflejo de otra solidaridad que se estaba Reconstruyendo, la de los pueblos entre sí, la de cada pueblo, la de las familias hacia adentro, hacia al lado.
Aquellos gobiernos entendieron muy bien que el pueblo necesitaba trabajo y de más de 2 millones de planes heredados del 2001, entregó 250 mil, un octavo.
La patria es el otro. Tremenda síntesis de realidad y objetivo de una época. Actualidad y futuro que tenía que ser.
Pero no se llegó a construir. Sus retazos fueron las Organizaciones Sociales que resistieron.
Hoy hablamos con el diario del lunes. Cuántas cosas hubiéramos hecho diferente si hubiésemos visto “el laboratorio en marcha”.
El laboratorio se puso en marcha nuevamente. Sobre el sustrato del “no te metás” o “por algo será”, que también sellaron cultura, comenzó la “erosión”, el desgaste de un modelo que no había profundizado lo comunitario. Podemos discutirlo.
El laboratorio sembró el odio y la discordia. Comenzó con lo más elemental y propio del modelo ideológico de los laboratoristas, alimentó la codicia. Hermana del yo, del individualismo, continuó con su prédica de olvidarse del otro. Por lo tanto, de la Patria.
A veces siento que la Argentina, con todos nosotros adentro, somos una pequeña muestra de lo que quieren instalar en Europa y en otros lados.
Una sociedad con un gremialismo fuerte que desvirtúan por errores desde adentro, pero sobre todo desde afuera, destruyendo lazos solidarios históricos con el discurso perverso del “vos podes solo, vos podes todo” y la “meritocracia”, meritocracia que limitan al resultado económico.
Pregunto: No tiene mérito una enfermera que salva la vida de tu hijo por su dedicación, aunque ni siquiera la reconozcan como personal de la salud (¿No pudimos cambiar eso tampoco?)
El objetivo es eliminar las resistencias y en ese camino, destruir las clases medias que pueden cuestionar el derrotero. Ya no eliminarlas por sustracción de cuerpos, como en el ’76, sino por sustracción de mentes.
Ya no hace falta que nos sostengan los parpados abiertos como en la Naranja Mecánica, nos sometemos al lavado mental voluntariamente, insistentemente, con la pantalla que llevamos en las manos.
Pantallas que manejan ellos, con sus pelos desordenados.
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Muy buen y descargado análisis. Suscribo. Pero para algunos parece que Milei y esta sociedad individualista hubieran aterrizado de un plato volador y engualichado y lavado mentalmente a la mitad de la población. Nadie se hace cargo de este desastre.